Container

Si acaso estuviéramos en ese paraíso insular en el que habitan los personajes de la serie Lost, no sería un suceso extraño que de la noche a la mañana apareciera un container en medio del lugar. Seguramente el gordo de Hurley vociferaría al borde del colapso que aquel container es una mala señal y Jack diría algo como: “¡atrás todos! ¡nadie se acerque!”. Kate se las arreglaría para aparecer húmeda, arenosa y en extremo deseable, corriendo como en un comercial de cerveza centroamericana. Luego, todos se acostumbrarían a la idea y el container pasaría a ser parte de la escenografía habitual de la serie.
_____Eso con Lost. Todo el mundo habla de Lost.
_____Pero la cosa es que los barrios de Valparaíso no son Lost y acá un suceso así provocaría desconcierto. Supongamos que existe una plaza, aquellos paréntesis urbanos que dan cierto quiebre a la continuidad (des)estructurada que suelen ser las poblaciones. En esa plaza hay una cancha de fútbol, hay juegos como balancines y columpios en donde los niños que no tienen play station 2 pasan sus horas libres, con sus familias y los perros del sector. De la nada cae del cielo un container gigantesco y se instala en medio de la plaza interrumpiendo la armonía del lugar. Por lo menos, llama la atención. Bueno, ese lugar existe y es la placita que se encuentra en Playa Ancha entre las calles Santa Marta y Galvarino. A unos pasos de los terminales de buses de la Sol del Pacífico y el de la Remy Bus.
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La historia en breves palabras: Galvarino se forma a punta de tomas de terreno y ancianas a las que sus hijos les construyen casas para que pasen sus últimos días, lejitos de sus nuevas familias, de sus nueras y de sus yernos. Así, se extiende una suerte de villa vertical entre el cementerio n° 3 de Playa Ancha y la calle Santa Marta que siempre tuvo mejores aires de urbanidad pese a que desemboca en un precipicio (que en lenguaje del puerto se llama “quebrada”). En la cola, y limitando con esta “quebrada”, queda un espacio desierto. El sector se convierte en basural. Luego, lo limpian, lo desinfectan, arreglan un poco la tierra y construyen una plaza con juegos, aunque los insectos siguen por todos lados, desde las cosas más raras como chinitas gigantes hasta las polillas que puchas que molestan en las noches. Aparece también un escenario al aire libre y una especie de pista de circo rocosa en donde se realizan recitales de rock contestatario y centroculturalista, fiestas afro guiadas por hippies con dreadlocks y piel tostada y alguna que otra actividad para la galucha comunal. Hasta ahí bien. Pero luego el escenario se cierra con lata y pasa a convertirse en un container plomizo, cuyas puertas se encuentran la mayor parte del tiempo con llave.
_____Solía ir, años atrás, a esa placita para ver panorámico a Valparaíso desde el mirador más secreto del puerto, aquel que se construyó desde el olvido y no por la planificación arquitectural. Era una zona muerta que dialogaba con el horizonte marino, con las casas improvisadas en el cerro y con el centro de la ciudad. Quizás no era tan lindo lo que se veía pero la imagen era digna de fotografiar por cualquier gringo o habría despertado las poluciones más insólitas en Neruda. Los niños jugaban alrededor y los perros eran capaces de ladrarte durante toda tu estadía. También llegué allí, en alguna oportunidad, para ver las bandas de rock que se amalgamaban con las banderas de Salvador Allende y consignas de revolución tardía, como una ocupación rabiosa del espacio público mayormente acostumbrado a las rancheras y al sound. Pero ahora, con la aparición de la enorme y tosca casa de lata el espectáculo visual se ve interrumpido y las manifestaciones culturales encerradas.
_____El container y el terreno de 6.094 m2 están a cargo del Centro Cultural Playa Ancha (CCPA) por una donación de la Secretaría Regional de Bienes Regionales que se realizó el año 2000 y con los financiamientos del Fondo para el Desarrollo del Arte y la Cultura y recibe el nombre de Sala Multipropósito. El CCPA, que se ha caracterizado por su trabajo a nivel comunitario, pretende establecer en el sector la Escuela Popular de Carnavales. Lo que es una muy buena iniciativa para aquellos que gustan de tocar el yembé y vestirse con poleras sin manga de Olodum, como también para los niños a quienes los sueños fueron robados y pretendan saciar su hambre a ritmo de samba. Pero hasta la fecha sólo está el container. La población que lo bordea desconoce el propósito de su inserción: de hecho algunos creen que se trata de una nueva adquisición de la iglesia evangélica. Los niños no se cuestionan al respecto, ríen y siguen jugando. En la noche la cosa es mas fiera, hay pandillas adolescentes con pinta de Daddy Yankee, y al parecer soy el único nostálgico que extraña el silencio y el mar.
¿En qué consiste, entonces, la dinámica de la inserción? Si un espacio cultural es capaz de gestarse en medio de una población ¿es un mero “accidente” geográfico o es bajo la consigna de ejercer un diálogo tanto artístico como cultural con los vecinos? ¿Para quiénes son abiertos los espacios? La Sala Multipropósito parece una criatura extraña y descuidada en medio de la placita.
_____Es de esperar que los responsables sepan hacer del galpón algo más estéticamente acorde al paisaje, o que, por lo menos, de señales de su sensibilidad artística. Me niego a creer a que el armatoste quede botado y cerrado por siempre y sólo vitalizado y colorido para las fiestas de los mil tambores y una que otra actividad de vez en cuando. Solía ser un bonito lugar y −aunque extraño el mirador natural− espero que lo siga siendo.
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Esto fue escrito durante el año pasado para una revista amiga que terminó rechazándolo por falta de consistencia, no importa. Nada de lo que denuncia el texto ha cambiado hasta la fecha, salvo la importancia de Lost.

Comentarios

Anónimo dijo…
amo ese lugar
con o sin container


:)
Hola

Muy bueno lo del blog sobre JL Martínez, se agradece; ¡Ojalá haya más!. Comentamos acá, pues vemos que este blog tiene fecha más próxima. Interesante también lo de Ucronía Chile.

Eso, mientras.

Un cordial saludo
Comunidad Viabinaria
Anónimo dijo…
Me parece conocida esa situación. Me trajo recuerdos de mi infancia futbolera en la "cancha" de mi barrio San Roque. La verdad es que solo es un terreno baldío en el que se empina una torre de alta tensión (por eso también lo llamábamos "la torre"). Siempre soñé con ver convertido ese lugar en una multicancha decente, en un espacio que propiciara el deporte y el esparcimiento, y no en el lugar donde las empresas telefónicas o de electricidad dejaran sus desechos de cables y containeres.
Cada vez que esto ocurría, la "cancha” quedaba totalmente transformada y debíamos pasarnos días arreglándola para que volviera a ser un lugar en el que se pudiera pelotear.
Recuerdo algunas iniciativas vecinales para el mejoramiento de este espacio, pero todo quedaba en nada ya que éste estaba (y aún está) en manos de privados. Cuando se recurrió a la municipalidad para que se hiciera pública la cancha, la respuesta fue que no se podía construir nada ahí porque la cercanía con la torre de electricidad podía ser perjudicial para las personas, lo cual es totalmente ridículo si se considera que hay casas a menos de veinte metros de esta.
Es imposible pensar ahora en una mejora en la situación ya que el espacio que estaba reservado para la cancha hoy es ocupado por una antena para celulares, y lo que pudo ser un buen lugar para la recreación, es hoy un hoyo más donde, como en toda población, se juntan los jóvenes a beber y drogarse.
Anónimo dijo…
gracias por mostrar ese chile encantador, daba una vuelta por aqui, te mando un abrazo y espero estes bien.
saludos ,
mariana.
Anónimo dijo…
Excepcional. Muy buen post, ingenioso.
Daniel Hidalgo dijo…
mmm... sorry.

Ando extraviado.

En breve regreso.

Dan

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