Caníbal: El Sagrado Manual del Escritor a Medias

Micro textos - fragmento - 2005-20??

PRIMERA DIMENSIÓN
SAMURÁI

DECLARACIÓN DE PRINCIPIOS 001
Al llegar a la cima del monte miré al Maestro directo a los ojos como nunca lo había hecho. Con el lápiz y la libreta de apuntes en las manos –como buen aprendiz de escritor– me atreví a preguntarle cuál era el secreto de su genialidad. El Maestro sonrió, cerró sus ojos y me dijo: Sólo los grandes genios incomprendidos son capaces de dejar sus frases inconclu…

DECLARACIÓN DE PRINCIPIOS 002
Ante la grandeza de las sabias palabras del Maestro, me incliné, víctima de una perfecta fusión entre agradecimiento y éxtasis. Sin embargo, esta era mi oportunidad de llegar al fondo de la cuestión así es que repetí, esta vez de manera más pausada, la osadía de preguntar algo al Maestro, rogando que su voz angelical y docta llene de sabiduría aquello que antes carecía de la dignidad necesaria de tal atrevimiento. Maestro, le dije, si el mundo en que vivimos –muchas veces atormentados y otras tantas emocionados de alegrías generadas por logros simulados y tan breves como un amanecer– no es en realidad un mundo, sino que son millones de millones de mundos que nacen y se destruyen en cada segundo, dejándonos una visión tan perfecta como confusa de aquello que hemos decidido llamar mundo. Es fácil, de esta manera, imaginar al mundo como una ola de pensamientos que se suceden uno tras otro sin dejar nada a su paso. Pensamientos explosivos. Intermitentes. O como una oleada de bandas pop prefabricadas por una industria caníbal e insaciable, one hit wanders que se crean para ser destruidos inmediatamente. Porque todo se destruye y se crea en cada segundo y tan rápidamente que creemos que es una continuación cuando en realidad cada segundo es totalmente distinto al que lo precedió y más lo será del que lo sucederá. Y si usted, Maestro, ha dedicado beatamente su tiempo en enseñarme, con esa particular doctrina tan zen como heideggeriana o korzybskiana o Cobainiana, dotada de pensamientos suicidas, que el estado máximo y pleno del Hombre es la contemplación constante y no reflexiva. Si la belleza del lenguaje consiste en comunicar sin usar más de lo preciso. Y yo que tengo la malacrianza, en ocasiones, de vanagloriarme demasiado de ese neo-neobarroco rebuscado y culposo. Si los estudios analíticos son una mera barrera dentro de nuestro camino, una pérdida de tiempo. Y yo, Maestro, sólo quiero escribir. Y eso es comunicar, de alguna forma. Y mi escritura es tan sobresaturada. Y si me paso el día y la noche pensando. Entonces, Maestro, dígame ¿Cuál es mi misión en el mundo?¿Seré yo el indicado?¿Gozaré al menos de haber dejado mi trabajo para una breve posteridad, aunque continúe siendo un anónimo, cual one hit wander? Déjeme sintetizarlo todo en una sola pregunta: ¿MAESTRO, CUÁL ES LA VERDADERA MISIÓN DEL ESCRITOR?
El Maestro, con sus bellos párpados sellando sus pupilas que revelan todo y a la vez nada, se quedó estático unos segundos. Luego abrió sus ojos y dirigió una mirada hacia donde yo me encontraba –porque en realidad el Maestro nunca me miró directamente–, y con esa pausada forma de entender todo y esa pausada forma de explicar las cosas me dijo: esa es una buena pregunta… Nada más. Volvió a enmudecer.

DECLARACIÓN DE PRINCIPIOS 003
Nunca preguntes nada de lo que no estés totalmente seguro.

EL ENCUENTRO
Al Maestro lo conocí hace un par de años.
Al Maestro nunca terminé de conocerlo.
Al Maestro lo conocí en un bar de mala muerte al que acostumbraba ir. Uno de esos bares intelectualoides que se llenaba de poetas malditos y borrachos. El bar creo que se llamaba Whisky on de Rokha. Empecé a acudir a ese antro en busca de algo. Compañía. Influencia. Conversaciones ontológicas y artísticas. Nada de eso encontré. A cambio sólo gané el odio de esos artistas resentidos y arribistas y una gonorrea fruto de una aventura de tres minutos de pasión con una intelectual hippie desconocida en el asqueroso baño del Whisky on de Rokha.
Aún veo al Maestro en la esquina menos esquiva del bar. Ahí está él. Bebiendo. Fumando. Una suerte de Robert de Niro oriental. Porque las similitudes entre el actor y el Maestro eran notorias. En esas cejas pronunciadas y en su rostro estoico. En el lunar en su mejilla. En su particular manera de hablar. En la prestancia y el respeto que exudaban sus axilas en cada momento. Provocando el temor de que en cualquier momento el Maestro saltara sobre la mesa, cual de Niro, te tomara del cuello y te gritara en la cara: «Do you fuck my wife, mother fucker?» Con esa cara de odio ítaloamericano y ese acento casi indescifrable de las películas sobre matones mafiosos.
El Maestro me invitó a sentar junto a él.

LA CAÍDA
El Maestro me quitó la silla antes de sentarme y fui a dar en el piso. No estaba frío y, para mi sorpresa, era bastante cómodo.

LA RE-COGIDA
El Maestro me tendió la mano sonriendo y, ante la (in)decisión de aceptarla, mandarme a cambiar o golpearlo con exactitud científica en el hocico, acepté su ayuda. Luego me dijo: no confíes en extraños, mucho menos en extraños por conocer: esos son los peores.
Así empezó nuestra historia.
El Maestro me contó que escribía pese a que odiaba leer. Luego, a lo largo de nuestra charla, añadió: no confíes en los clásicos. Para él, todos los que yo consideraba genios, eran unos imbéciles patéticos. Faulkner = imbécil patético, Hemmingway = imbécil patético, Proust = imbécil patético, Joyce = imbécil patético, Kafka = imbécil patético…
Entonces le dije: señor, yo quiero ser un imbécil patético.

PACTO DISCÍPULO/MAESTRO
El Maestro me dijo: puedes contar conmigo en todo lo que puedas hacer sin contar conmigo.

ASESINO SUBLIME
Yo quería escribir como todos y como nadie, a la vez. Una amalgama de toda la cultura letrada a la que había tenido acceso durante años de tratamiento. Siempre escribirás como alguien, me dijo el Maestro. Es imposible no caer en los moldes, nunca vas a poder escribir como nadie, porque ese tal nadie no escribe, añadió luego. Al responder su pregunta sobre qué quería escribir, no me tomé demasiado tiempo en llegar a una conclusión: quiero que mi escritura sea un híbrido entre poesía y narrativa, una narración lírica o una poesía relatada. Quiero que mi obra sea un link, también, a toda la cultura. Una suerte de barroco postmoderno: un (neo)ba−rosa a veces, un (neo)ba−rock−o, otras. Tan sublime como asesino.

EL ENTRENAMIENTO
Mi entrenamiento comenzó una tarde de lluvia. Debes escribir la lluvia, me dijo el Maestro. Me tomó dos horas escribir dos párrafos de unas mil palabras. Luego me hizo escribir otra cosa, y así me hizo escribir cada cosa que se pasara por su cabeza. Después me vendó los ojos y ponía un objeto frente mío y me decía que lo escribiera, sin tener la más mínima idea, y me ponía a escribir lo primero que pasara por mi cabeza. Fue así como entendí que nada de lo que escribiera calzaba con la realidad. ¿Y si me transformo en un surrealista?, le consulté al Maestro. Eso, sería asumir que eres un fracaso, me respondió.

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