Realidades Alternativas

Claudia Apablaza tiene un cuento que se llama “Mi nombre en el Google”. Trata sobre aquella obsesión por saber si se está hablando o no de ti en algún lugar del ciberespacio. El texto sentencia en su primer párrafo que si no apareces en Google, no existes. Puede ser cierto de alguna manera. Lo que me parece relevante es el reconocimiento de que googlearse o hacer “ego surfin”, como dijo José Miguel Villouta alguna vez en su programa nocturno de Vía X, es algo inevitable para todos aquellos que trabajamos con el ego. No sólo en el ámbito escritural sino en el campo de las artes en general. Es exitosa la producción personal en la medida en que la repercusión del cultor sea mayor o menor, no existe otro sentido artístico más allá que la manutención a la figura propia. Onanismo puro. Googleo mi nombre de vez en cuando. Aunque esto puede considerarse una soberana pérdida de tiempo, ya que sólo encuentro uno que otro texto de mi autoría publicados o recopilados por aquí y por allá. Pero lo más delicioso es descubrir la existencia de otros danieles hidalgos que pretenden hacer de su ego su material de trabajo. El primero de ellos es otro porteño. Daniel Hidalgo es un profesor de música sumamente apasionado por su vocación pedagógica, se dedica a mantener blogs para contactarse con sus alumnos y otros para intercambiar opiniones con otros colegas acerca de nuevas tendencias educativas en su campo. Una lata. Además es integrante de un conocido y patético grupo de folcklore local. Zzzzz. El segundo, un Mexicano. Daniel Hidalgo también es músico, harto más interesante que el del primer caso aunque en realidad no ha hecho nada muy importante salvo demandar a Gustavo Santaolalla por haber omitido su participación en la banda sonora de Amores Perros, demanda que finalmente ganó, reconociéndole su autoría sobre la obra. El otro es colombiano y antecede el Carlos al resto del nombre. Carlos Daniel Hidalgo es un reconocido jugador de fútbol con todos los clichés de los deportistas latinoamericanos: se formó en el barrio, lo ficha un club pequeño, salta a la fama al transformarse en el goleador del torneo sub 17, marcando cuatro goles en un mismo partido, parte a Europa a jugar a un equipo de segunda división, tiene la chance de ficharse por un equipo grande, no lo logra y vuelve a su tierra a jugar por el club que lo vio nacer como profesional. Así como estos hay otros danieles hidalgos. Ingenieros. Campeones de Ajedrez. Estudiantes de diseño. Hermanos perdidos en Miami. Todos nos configuramos bajo el mismo password en Google, el mismo signo. Disputándonos importancia. Poniendo a duelo nuestro ego. ¿Qué pasará, me pregunto, con los Juan Pérez o los Carlos Soto? O peor, ¿qué pasará con aquellos que tienen nombres de celebridades gringas? ¿Qué pasa si algún chileno se llama Arnold Schwarzenegger, Penélope Cruz o Thomas Harris? Por qué termino este texto con preguntas si siempre he odiado los textos que terminan de esa manera?

Comentarios

obviamente acabo de googlearme
pero me dió sueño investigar a mis hermanas perdidas de México, Colombia y Ecuador.


Un abrazo


PS: intenta googlearte con tus dos apellidos.

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