Santiago Lector 1

En Santiago todo el mundo tiene tiempo para leer. Los wannabe’s adolescentes se han leído el triple de libros que uno que se esmera en ser un lector profesional mediante vía académica. De hecho, ya agotaron los libros en lengua española así es que leen en inglés, citan en inglés, y tienen conversaciones sobre un sinnúmero de autores cuyos apellidos son imposibles de pronunciar para quienes venimos de la educación municipalizada. En la casa de la familia santiaguina abundan de tal forma los libros que incluso le dan utilidades originales: un Isabel Allende para enderezar la pata coja de la mesa, un Pablo Simonetti para que el pequeño –y futuro lector– pueda alcanzar el lavamanos para cepillarse los dientes, un Roberto Ampuero para prender el carbón del asado de fin de semana o un Gonzalo Contreras para posar los vasos a modo de pequeña bandeja para el dormitorio.

Comentarios

Anónimo dijo…
Estos son apuntes de un provinciano perdido en la jungla capitalina?

jaja. Está notable, Hidalgo.

C.

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