La vida según Maliki 4 Ojos

Aparecido en paniko.cl
Las Crónicas de Maliki 4 Ojos es la nueva publicación de Feroces Editores y recopila las aventuras de Maliki en Nueva York que pudieron observarse en The Clinic desde el año 2002. Nos reunimos con Marcela Trujillo, su autora, para conversar sobre arte y comics.




La casa de los dibujos
El taller de Maliki (Marcela Trujillo según el carnet) es tal cual podrías imaginarte el taller de Maliki. Quizá bastante más amplio y ordenado. Pero todo lo demás está ahí: a su entrada los residuos de lo que parece haber sido una expo -cuadros de sus comics, atriles, invitaciones-. Más adentro, ya en su centro de operaciones, una enorme biblioteca con libros de diseño, literatura a secas -desde los beatniks hasta el autor de novelas policiales Jim Thompson-, y cómo no, novelas gráficas, manga y compilaciones de historieta norteamericana independiente. Está también su computadora, sus cuadros work in progress, una particular sección en donde se observa un santuario pop con Marilyn Monroe, James Dean y Brigitte Bardot, y frente a una mesa, una pizarra con el siguiente texto rayado con plumón y con una caligrafía evidentemente femenina:
¿Qué me hace daño?
1) Hombres
2) Las sorpresas que no resultan
3) La indiferencia
4) La gente prepotente

Perfectamente podría ser una especie de bosquejo para alguna historieta de Maliki 4 Ojos, ese comic autobiográfico que la Maliki real realizó durante 4 años para el periódico The Clinic, pero no. Se trata de un ejercicio de comic para los alumnos que recibe en su taller una vez por semana. El ejercicio consistía en crear un superhéroe, bautizarlo, pero antes reconocer sus propias debilidades para así conformar una batería de posibles súper poderes.
Maliki suele pasar bastante tiempo en su taller, cada día –salvo los que dicta clases de artes en universidades– desde las 10 am hasta las 7 pm, así que sus alumnos no son las únicas personas que se pasean por el taller, también lo hacen sus animadores, un equipo de trabajo parte de un proyecto que expondrá el próximo año en el MAVI que abordará la ciencia ficción desde una perspectiva maternal y femenina.
Cuéntame un poco de ese nuevo proyecto—Es una exposición para marzo. He estado bien colapsada con eso porque en un principio era para junio del 2011 pero me la adelantaron. Es un proyecto que se ganó el Fondart, son 7 pinturas grandes, 12 acuarelas y una animación de monos animados en 2D, en blanco y negro, y con música pero sin texto”.
¿Y qué tal el encuentro con la animación?—Es la raja. Me encanta porque es algo súper nuevo para mí. La gente que está trabajando en animación es joven y a mí me gusta trabajar con gente joven, porque tienen tiempo, ganas, y son frescos. No tienen el peso agobiante de los adultos que tienen hijos y rollos emocionales. Además, yo siempre trabajé sola y esto me enfrenta a otra cosa.

La vida en blanco y negro
El comic de Maliki 4 Ojos siempre llamó la atención por su fuerte carácter autobiográfico, tanto en la técnica –llegando incluso a dibujar sobre la fotografía de su vagina cuando era necesario–, como en sus temáticas. En esos comics de una plana del periódico, Marcela Trujillo nos relataba sus aventuras en Nueva York y así, desde la distancia, fue capaz de sintonizar con todas las frustraciones y aspiraciones de la mujer contemporánea chilena. En un principio abordando temas y escenas explícitamente sexuales y, luego, más trascendentales como la maternidad y el amor. Provocando, claramente, no sólo la identificación de muchos lectores, sino que también el odio, concretado en insultantes correos que semana a semana llegaban a la casilla que la dibujante solía poner en un rincón de sus viñetas.
Pero no todo partió en The Clinic. Maliki se inició en el comic –cuando era estudiante de artes– en la mítica revista Trauko en donde junto a Álvaro “Huevo” Díaz en guiones, crearon a Los Gatos Afrod y Ziaco, unos felinos alcohólicos, drogadictos y mujeriegos, y otras historias de carácter punk y policial.
¿Cómo fue el paso de ilustrar otras ideas (y masculinas) al comic autobiográfico?
—Eso pasó cuando el Huevo se fue a vivir a España el 91, y yo había dejado Trauko porque nos censuraron una historia y quedó la embarrá. Pero el último cómic que hice fue sin él. Era Ricitos de Oro, una historia de Henry Miller que adapté. Ese fue el primer paso, hacer una mujer protagonista, que era como yo: punky y con bototos. Después de eso, pasaron muchos años, terminé la escuela y tuve que hacer la tesis, y ahí puse un comic que era de los Gatos de Huevo pero los hice parte de la Escuela de Artes y les pasaban cosas que me pasaban a mí y a mis amigos.
Y después vino Maliki 4 Ojos, cuando Marcela deja Chile y decide irse a estudiar a Estados Unidos a especializarse en sus estudios y trabajar de babysitter para conseguirlo. Las historias de Maliki 4 Ojos nacieron como un chiste entre amigos. Porque Maliki acostumbraba a retratarlos y reconstruir sus anécdotas y carretes en historietas. Por esas cosas de la vida llegaron a Chile, a las manos de Patricio Fernández (director del The Clinic), quien le envió un mail a la autora para invitarla a publicar.
¿Cómo te tomaste el trabajo en el Clinic?
—Lo hice de manera muy responsable: tenía que ser el mejor papel, con tinta china, con pincel. Lo hice súper “mateamente” porque tenía que hacerlo bien ya que lo iba a leer mucha gente. Son bonitos esos comics porque están hechos con cariño. Tienen hartas deficiencias como, por ejemplo, que tienen mucho texto, porque mi problema con el comic siempre ha sido estructurar el guión, no tengo tanta experiencia en hacer una narración visual, porque yo hago pintura. Me gusta contar historias pero me falta la experticia. Pero es lindo porque el comic, luego, se transformó en una necesidad de contar mis experiencias como cuando fui mamá o como cuando me separé.

Las artes intermedias
Maliki viene de dos mundos: del roce con la escena de comic indie norteamericano y de su formación académica de artista plástica, eso queda patente en sus historias de corte confesional y cotidiano y en el cuidado del trazo y las dosis de realismo obsesivo de sus historietas.
¿Cómo ha sido conjugar las artes plásticas con el comic?
—Es que el arte es lo que yo estudié y a lo que me dedico. El comic en cambio es como mi medio y que yo descubrí. Yo siempre he tratado de meterle historias a mis pinturas, pero en el comic yo cuento una historia que ya existía pero desde mi punto de vista. Siempre existe ese fantasma de que no sé si mañana estaré haciendo comics o pintando, porque son dos cosas muy distintas.
Entonces hay periodos en que publicas comics y otros en que te dedicas a la pintura.
—Eso me ha pasado pero no está planificado. Lo que pasa es que es una cosa de dedicación, me meto en una y me dedico a eso.
Pero ahora sacas un libro de Maliki y preparas una expo.
—Se dio así. Lo del libro viene por Rodrigo (Salinas, uno de los cerebros tras Feroces Editores) y a quien conozco hace años y siempre me ha fascinado lo creativo que es. Ellos se acercaron a mí y me propusieron sacar el libro. Les dije que bueno, hicimos una comida en mi casa y yo firmé contrato
¿Y qué te parece este vuelco a los libros, a los compilados y a las novelas gráficas?
—…
Porque ya casi no hay revistas de comics en los kioskos chilenos.
—¡Y cuándo han habido!
¿Y Trauko?
—¡Pero esa fue una y en los ochentas!. Bueno, pero en Nueva York tampoco hay revistas. Hay un nicho que va a comprar libros y revistas pero a las librerías de comic. En la calle no hay revistas en los kioskos, salvo Superman y eso. Pero la gente que compra comic en Nueva York es, en su mayoría, gente que hace comics.
¿Y en internet has visto algo?
—Sí, Mala Imagen, que es divertido. A la Cristina Arancibia que está haciendo cosas bonitas, a la Melina Rapimán. En realidad no hay tanto como quisiera.
¿Y podría ser el futuro del comic en chile?
—No sé, a mí internet no me gusta tanto porque soy vieja ya. Entonces como que no me convence mucho. Me imagino que a los más jóvenes que son asiduos a internet les pueda gustar eso, pero a mí no. Me gusta tener la revista. Soy bien fetichista con los libros, llevarlos a la cama, al baño, sacarlos, no sé.

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