Entrevista a Gandjarvas en Paniko.cl

Hace 15 años fueron los fundadores de Santo Barrio pero, por esas cosas del rock, terminaron en caminos distintos. Hoy Cristóbal González y César Farah se reconcilian en lo personal y lo musical, y se ponen al frente de Gandjarvas, el nuevo combo del rock mestizo más crudo y directo.

 


EL REGRESO AL ORIGEN


Hace 15 años fueron los fundadores de Santo Barrio pero, por esas cosas del rock, terminaron en caminos distintos. Hoy Cristóbal González y César Farah se reconcilian en lo personal y lo musical, y se ponen al frente de Gandjarvas, el nuevo combo del rock mestizo más crudo y directo. ¡Gánate una copia de su disco!

Esta historia transcurre en un departamento. Aparentemente uno como cualquier otro. En un close up: uno muy distinto. En él hay cuadros en las paredes, sillones a un costado, una gran ventana de fondo y una mesa en donde ya se encuentran repartidos bombones y unos vasos de vidrio que pronto serán llenados con una inevitable Coca Cola. Los bombones corren por cuenta de Cristóbal González en un intento por “sobornar al entrevistador para que haga una bonita nota” como dijo, entre risas, hace algunos minutos. La Coca Cola, en cambio, es cortesía de quien habita el departamento, César Farah. Será él mismo quien servirá el primer vaso de cada uno, no sin antes musicalizar la escena desde un equipo de sonido que proviene de otra pieza.

–Voy a poner a Edith Piaf. Tengo ganas de escuchar algo así.

Esta historia, en realidad, comienza mucho antes. En 1995, para ser más detallistas. Es que tanto Farah como González fueron pilares en la banda de rock mestizo Santo Barrio. Aquella que con singles comoTony Manero, Pega Martín y Traigo el Aguante sonando en radios y con los discos “Tumbao Rebelde”, “Ahora es Cuando” y “Plan Maestro”a su haber, fueron de los pioneros en hacer bailar al público chileno a punta de ritmos afrolatinos pero siempre desde la cuneta rockera.

Sin embargo, tras el posicionamiento que da un primer disco en una transnacional y en los noventas, en donde las vitrinas estaban abiertas a casi todos, Santo Barrio decide dejar a su vocalista, fundador y líder de lado en el año 1999. Buscando nuevos horizontes musicales —quizá más elaborados, quizá más amables— es que Iván Núñez, otrora bajista, toma la posición de cantante y Cristóbal González deja la batería para dedicarse al rap y raggamuffin. Pero como ya dijimos, el año pasadoGonzález abandonó la banda tras su última gira y un receso el año pasado.

—Con Cristóbal éramos realmente muy amigos. Como hermanos, un poco. ¡E imagínate, pasaron 10 años casi sin vernos!— explica Farah.

—Nuestros primeros años de amigos fueron muy bonitos, hicimos cosas importantes y cuando nos juntamos de nuevo, nos dimos cuenta de que no había motivos para estar distanciados— suma Cristóbal.

Otro punto relevante: esta historia es de reencuentros. No sólo de dos amigos que en algún momento se separaron, sino que además de un reencuentro con cierto periodo de sus vidas en que se embarcaron en el sueño adolescente de formar una banda de rock. Y otro más: con la idea de componer, de crear, de tomar la música como un modelo de vida, un grito de batalla. Y eso queda patente: tanto Farah como González se emocionan cuando hablan de Gandjarvas, su nueva banda, en la que han formado una suerte de dream team del rock mestizo reclutando a Rodolfo Vargas (Drakos) en guitarras, Tito Díaz (Sandino Rockers) en batería,Rigo Soto (Sonora Major) en bajo, y dj Antinoch (Elefante Mecánico) en las tornas. Pero vuelven a la seriedad cuando se refieren a su ruptura.Farah recuerda las primeras conversaciones:

—Queríamos hacer una banda de música que nosotros hubiéramos escuchado. Teníamos la sensación de que la música con discurso social, esa que hacíamos en los inicios de Santo Barrio, se había quedado en el underground. Un estilo rockero, recuperar las líricas con mensaje humano y político, y no repetir la fórmula de lo skalítico, lo pachanguero y lo de los bronces, que habría sido lo más fácil.

Y según Cristóbal:

—Tuvimos una puesta al día, primero en el plano personal. Sabíamos en qué estaba cada uno, por amigos en común. Pero nos contamos los procesos, los detalles, y luego yo supe que Farah quería volver a la música, yo tenía mis cosas, mis composiciones y empecé a mostrárselas al principio con un poco de nervio, y todo se dio muy naturalmente.

—Muy naturalmente, en verdad. Ha sido como volver a tener 20 años— especifica Farah.

—Claro, claro, claro. Y lo que planeamos fue más o menos eso: traer desde el pasado elementos que hoy echamos de menos como el texto social, el sonido aguerrido, la actitud con la que se enfrenta el escenario y el quehacer artístico. Y además, sin repetir esa estética de la cual fuimos impulsores y de la que nos sentimos muy orgullosos, pero que ya hicimos. Queríamos hacer algo distinto a lo que está ocurriendo en este momento— cierra Cristóbal.

Suena el timbre. Farah se pone de pie gesticulando algo que podría entenderse como una disculpa, un voy y vuelvo. Cristóbal se sirve un nuevo vaso de bebida. Al abrir la puerta, el dueño de casa dice: “Pasa, nos están entrevistando ahora. Pero puedes esperar”. Al recibir la negativa, va a la pieza y vuelve con un DVD. Lo entrega. Vuelve al borde de la mesa que nos convoca.

—Disculpa. Era mi ayudante. Lo que pasa es que como yo mañana me voy a rockear a Conce, ella tendrá que mostrar en clases la clásica película. ¡Pero no soy flaite, no es cualquier película! Es una sofisticada: una versión tremenda de Medea. Aunque no revisé la caja, por ahí le pasé una porno— comenta Farah, soltando un leve carcajada.

Porque cuando salió de Santo Barrio, el ex vocalista formó otra banda:Cumpleaño e Mono, sacaron un disco, tocaron y se dieron de baja rápidamente. Es que a lo que realmente se dedicó César Farah, aparte de ser cinturón negro de Tae Kwon Do, es a la literatura. Como profesor de literatura de la Escuela de Teatro de la Universidad de Chile —“lo que más me gusta en la vida es hacer clases”, llega a aseverar— y como novelista, autor de dos libros: “Trilogía Karaoke” y “El Gran Dios Salvaje”. Farah es un tipo inquieto, se le nota al hablar, al gesticular, esa magia rebelde que nace de sus presentaciones en vivo es sólo la punta de un iceberg que apenas se asoma.

—Soy literario en el rock y rockero en la sala. Es muy distinto hacer una canción a escribir una novela, pero para mí se compatibiliza súper bien. Soy bien observador y la gente cree que estoy loco, pero observo mucho y reflexiono sobre las cosas que hago. Hoy hice una clase de Medea y pensé en el amor, en la situación de la mujer desmedrada en un espacio específico, en cómo se mueven algunos personajes por principios emocionales y otros, por materiales, y me doy cuenta de que Eurípides era un tremendo crítico de su sociedad y cómo no me va a servir eso para hacer música ¿cachai? No es lo que me dice Eurípides del siglo V, sino lo que me dice Eurípides desde su siglo V, ahora.

Por su parte, Cristóbal González vive la experiencia de la familia. Fue padre hace algún tiempo y se las ingenia para vivir de la música y el espectáculo, principalmente de la producción de eventos que resulta ser su pasión. Trabajó para Joe Vasconcellos, ha hecho clases en las Escuelas de Rock y en Balmaceda 1215. Produjo el primer disco de Drakos, un compilado de bandas de San Joaquín y, por supuesto, estuvo a cargo de la producción general del debut de Gandjarvas. La tónica parece ser la versatilidad y la seriedad —“Este huevón quiere conquistar el mundo” se burla Farah de la prolijidad de González a la hora de producir—. La vida siendo rockero es más un reto de estrategia que de otra cosa.

—Vivir de una sola banda es muy difícil, aunque a la banda le esté yendo súper bien porque el circuito es medio chico. Hay temporadas, pero no siempre están pasando cosas. Los que viven de la música es porque generan recursos de dos bandas, o de una banda y pedagogía, o de una banda y producción— sentencia Cristóbal.

—Además de chico, el medio está desmedrado. ¿Qué espacios hay? ¿Cuántas radios o canales de televisión ponen música rock chilena nueva? Pocos. Ninguno— Agrega Farah.

—Sobre la ley del 20% creo que es una iniciativa bien inspirada, no tengo problemas con su estructura ni nada. Es favorable para los músicos y para la cultura del país porque la música de Congreso o Fulano o Los Miserables no puede competir con la industria que impulsa a Lady GaGa, ¿cachái? Es sorprendente que la iniciativa venga de la derecha pero dice mucho de lo que se dejó de hacer por mucho tiempo— reflexionaCristóbal.

—Habrá que ver. En principio está la queja de “hey, nos están imponiendo”, pero es una queja inválida, porque es una ley cultural. Lo que habría que preguntarse primero es ¿qué se entiende como música chilena y a qué hora la van a pasar?— sintetiza Farah.

“De la Vieja Escuela” es la carta de presentación de Gandjarvas. El nombre de la banda proviene de los gandharvas, deidades dedicadas a la música según el hinduismo. El del disco, hace relación a una forma de entender al rock. Cercana a Mano Negra, a Los Prisioneros, a los Clashmás punketas. Al espíritu rebelde juvenil. “De la Vieja Escuela” fue registrado en Sala Master —a la que los músicos no dudan de nombrar el Abbey Road Studios chileno— y su mezcla y masterización estuvo a cargo de Pablo “Koala” Soto. Y cuenta con invitados acordes al título del álbum: Jimmy Fernández de La Pozze Latina, Keko Morton de Los Morton y no faltan las visitas internacionales como Dr. Shenka dePanteón Rococó. Una dosis de rock, guitarras fuertes, letras combativas y una fuerza que sólo la dan ciertos reencuentros. Felices reencuentros, con la madurez que el tiempo le da a todo:

—Tengo plena conciencia de que una guitarra no es una metralleta. Ni una obra artística, la revolución. Pero en el ámbito de superestructura cultural una banda de rock importa y pesa. Porque probablemente yo no vea la revolución, pero sí podré decir que participé de ella, de alguna manera. Y con los pies bien puestos sobre la tierra, humilde, cosa que yo no tenía tan clara en Santo Barrio. Pensaba que con esto iba a hacerla y de una, pero es una cosa de trabajo y de procesos históricos que son superiores a nosotros– reflexiona Farah sobre el oficio artístico, para terminar.

Comentarios

Anónimo dijo…
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