Los Tres y su galería imaginaria

Originalmente publicado en paniko.cl


“Fue muy natural andar siempre con mi cámara” dice el propio Roberto Titae Lindl en la presentación del libro de imágenes que se titula tal como la banda en la que interpreta el bajo desde hace más de 25 años: Los Tr3s.


Y es claro, en “Los Tr3s”, el libro que acaba de lanzar Ril Editores, el lente que condujo Titae durante décadas se concreta en una antología visual que recopila una enorme cantidad del archivo visual íntimo de la banda, desde sus iniciáticos y anónimos años en Concepción, su propia transición a Santiago, el paso de una banda colegial a una de las más importantes de la música popular chilena, la consagración, MTV, la Yein Fonda, los viajes, México, las separaciones y los retornos.

Estructurado en apartados (“85 / 87: Concepción, Inicios”, “91 / 97: Los Tres, Se Remata el Siglo”, “95 / 96: La Espada y la Pared, MTV Unplugged”, “95 / 96: Cuecas Peineta, La Yein Fonda”, “Polaroids” (la sección de postales a color), “97 / 99: Fome, La Sangre en el Cuerpo”, “06 / 08: Hágalo Usted Mismo, 30 y Tres Horas Bar” y “10: Coliumo”), y acompañado, además de los pie de fotos de Lindl, por los asertivos textos biográficos de David Ponce y un cierre con la discografía oficial y sus respectivos tracklists, el libro es, sin duda, una elegante y cuidada pieza, capaz de hacer justo homenaje a la talla de una banda como Los Tres. A un pedazo de historia reciente de nuestra geografía cultural.

Resulta clave la diferencia entre esta publicación y otros registros que han abordado las dimensiones míticas de la banda oriunda de Concepción, resaltando la polémica biografía no autorizada de Enrique Symns, “La última canción” (’02). Esta vez se trata de la perspectiva de uno de los fundadores de la agrupación, la voz oficial sin alteraciones ni filtros más que las opciones personales, pero además porque en “Los Tr3s”, el libro, y quizá sin quererlo, se pone en escena una radiografía de un Chile particular, el de la Transición, aquel que respiraba liberación, en donde se entrecruzó bohemia histórica con industria discográfica, frente a la ilusión de otro país posible de mano de su propios artistas.

Allí están las fotos, en aeropuertos, en escenarios y tras bambalinas, de Henríquez, Parra, Molina y Lindl junto a figuras como los tíos Roberto y Lalo Parra, junto a Buddy Richard, junto a Roberto Márquez de Illapu, junto a Jorge González de Los Prisioneros y junto a El Macha de Chico Trujillo. Junto a Rubén Albarrán de Café Tacuba y una emotiva foto en que Henríquez besa a su ex mujer, Julieta Venegas. Los Tres, tal como la década que les dio la gloria, se nos presenta como una banda de cruzas, de intersecciones, como continuadores de una cultura que fue silenciada sin éxito, pero a la vez como un legado novedoso.

Se trata de una selección claramente emotiva, en donde Lindl es el retratista de una banda en ascenso, de una carrera exitosa hacia dinosaurios, cuyo making of, a pesar de no ser tan desconocido para nosotros, resulta encantador.

Es curioso cómo la teconología nos ha hecho olvidar esa antigua tradición de sentarnos a abrir un álbum de fotos, a despertar los recuerdos, descubrir los misterios del pasado, abrir los portales de la memoria, y cerrar todo elemento distractor. Este libro, en otro más de sus ejercicios históricos, se parece mucho a eso. Convirtiéndonos en pasajeros privilegiados de la intimidad de unos emblemas de nuestra propia memoria.

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